(KISUMU, KENIA). No conozco sociedad humana alguna que viva sin trascendencia, llámese esta Jesús, Alá, Zoroastro o Mahoma. Incluso los ateos hablan constantemente de dios. El hombre necesita buscar un sentido a la vida pero sobre todo a la muerte y al dolor. Con medidas porcentuales tipo de 30-35-35 (cristianas-musulmanas-indígenas), Tanzania es un pacífico sincretismo de religiones, al menos mientras nadie demuestre lo contrario. Los hay incluso que madrugan. Y quienes hacen madrugar: durante el mes de Ramadán (este año coincidió entre el 11 de agosto y el 10 de septiembre), y con rigurosa puntualidad desde las 5.30 de la mañana, las mezquitas del país llamaron a la oración a sus fieles. Micrófono en mano y altavoces en su máxima expresión, los rezos se escurrían por entre los resquicios de toda habitación. Una de las funciones de la religión es explicar. Y en Tanzania las diferentes creencias conservan demasiado trabajo acumulado. De momento, me pregunto por qué algunos líderes espirituales siguen empeñados en condenar el uso del preservativo. Me pregunto si lo absoluto mantendría su empleo si el hombre no tuviera condición de finito. Profesor por vocación, catedrático por estudios, cantautor por libertad y parlamentario por respeto, Labordeta siguió el camino de todos los mortales. Me pregunto también dónde van a parar quienes prefieren ser buenos a parecerlo. ¿A la mierda?