(BURGOS). Cuestionamiento del estado original. El complemento contrario de la tesis como única forma de comprender un contexto complejo.

 

Sexta evidencia capitalista: las ideologías ya pasaron de moda.

Cada vez más señoros tecnócratas toman decisiones por nuestro bien, últimamente acompañados por otros señoros uniformados y sus condecoraciones. Si hubiera decisiones perfectas y objetivas, estaríamos gobernados por un código binario. Pero los tecnócratas y los uniformados son personas. La política puede ser muchas cosas, menos apolítica. La propia ciencia impuesta por Occidente es pura política con una ideología muy concreta y por eso, entre otras cuestiones, el descubrimiento de una vacuna ha desatado una carrera egoísta entre las farmacéuticas. Patentes. Libre mercado. Capitalismo. El colapso sanitario aprovechado como negocio. Con la tecnología sucede lo mismo, que esconde su ideología: las aplicaciones de rastreo para combatir el coronavirus podrían ser de código abierto, es decir, verificables y disponibles para cualquiera; pero tenemos el duopolio de iOS y Android. Somos seres políticos. Pero el capitalismo presenta el único sistema-mundo posible y deseable, un paradigma ahistórico.

Muertas en vida: las partisanas y las partidistas, la solidaridad internacional, la cooperación entre pares, la política y las ideologías, otras vidas y otros mundos posibles.

 

Séptima evidencia capitalista: la ley, el orden y la propiedad privada.

Dentro y fuera como fronteras necropolíticas construidas sobre lo cotidiano. Nos hemos convertido en logaritmos rastreables por seguridad. Las fuerzas del orden, ostentadoras de la única violencia permitida, velan por el cumplimiento de la ley. Y a los buenos ciudadanos les es encomendada la supervisión de su correcto cumplimiento. Bienvenidos a la sociedad disciplinaria total: se monitoriza cada opinión, cada pestañeo de ratón, cada paso. Todos somos carceleros. En el entretanto ya no hay espacios públicos, hemos perdido las plazas, nos han echado de las calles. Pero nos queda la propiedad privada: el piso de Madrid con vistas a la plaza y el balcón desde los que vigilar, el móvil de última generación para denunciar injusticias. En algún punto hemos olvidado que lo legal no siempre coincide con lo legítimo. Pero el capitalismo es una fortaleza a prueba de crisis y su seguridad es la nuestra.

Muertes en vida: las insumisas, las rebeldes, las legítimas aunque ilegalizadas, las transformadoras, las osadas, las asambleístas, las barrieras.

 

Octava evidencia capitalista: el tiempo no se pierde, se exprime rápido.

El confinamiento brinda listas interminables de quehaceres. Desayuno a las 7:30, un mail y tres tweets, spinning de 9:00 a 10:00, videollamada grupal, misa de 12:00, e-learning, comida a las 14:00, las noticias, un webseminar para invertir en Bolsa. Y todo muy deprisa, mejor dos o tres actividades al mismo tiempo (multitasking), porque además hay que cocinar y desinfectar y cuidar y… a las 20:00 hay que asomarse a la ventana. Para aplaudir y para tocar el violín. Entonces te das cuenta de que no sabes nada de violines, y te sientes culpable, también por no haber hecho el pino puente mientras ‘leías’ (el WhatsApp). Menos mal que cenas pronto y no te da tiempo pensar, tienes cosas que hacer: esta noche toca serie. La vida se saborea d e s p a c i o. Pero el capitalismo exige una velocidad de vértigo, instantánea incluso, que te permite hacer de todo (menos perder el tiempo).

Muertas en vida: especialistas de lo inútil, el derecho a la pereza, el aburrimiento como virtud, las mentes l e n t a s, las soñadoras, la reflexión y la lectura (de libros).

 

Novena evidencia: el lenguaje también tiene dueño.

Una de las medidas estrella del Gobierno de coalición en el Estado español son los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo), es decir, un ‘hoy te despido masivo y mañana ya veremos’. También han aprobado créditos (o sea, dinero que luego hay que devolver con intereses) para que los inquilinos paguen el alquiler a los ‘pequeños propietarios’, que el mismo Ejecutivo (la socialdemocracia y el socialcomunismo sin anticapitalistas) define que son quienes tiene hasta diez inmuebles en propiedad. Hace tiempo que nos conformamos con apellidar conceptos creados por el sistema: desarrollo sostenible, capitalismo verde,democracia participativa. Y lo más preocupante es que insistentemente aboguemos por recuperar una normalidad que, para muchas, es fatalidad, mortalidad, precariedad. Necesitamos un lenguaje transformador, subversivo. Somos lenguaje. Pero el capitalismo es dueño del Scattergories y suyo es el lenguaje con el que maquillar, subrayar y ocultar realidades.

Muertas en vida: el buen vivir (mejor, sumak kawsay, ñande reko), la cuidadanía, el pluriverso, mandar obedeciendo, los derechos de la naturaleza, sentirpensar.

 

Décima evidencia: consumo, luego existo.

De un capitalismo crecentista estructurado en torno a la oferta (producción) se ha pasado a un capitalismo igualmente crecentista, desregulado en función de la demanda (consumo). Y de este, a otro capitalismo crecentista apuntalado en el anhelo de dicha demanda (deseo de consumo), experiencia aún mucho más desnaturalizada que separa la maquinaria económica de toda constricción física. Los supermercados en un primer momento y los centros comerciales después, hasta la llegada de las plataformas de comercio en línea, sustituyeron a las fábricas y a las empresas como los nuevos no-lugares en los que construir ciudadanía. Tenemos necesidades vitales: comida, abrigo, cuidados. Pero la locomotora del capitalismo ya ha fijado sus dos primeros destinos postpandemia: el consumo desbocado y el monocultivo del turismo.

Muertas en vida: la quietud, las improductivas, las economías de subsistencia, quienes viven la vida sin consumirla, sin transformarla en una acumulación de instantes.

 

[Lee el artículo completo, publicado en Pikara Magazine]