(ASUNCIÓN, PARAGUAY). De repente, un jueves se hace velorio de un barrio, de una ciudad, de un país, de una raza. La Policía Nacional de Paraguay custodia hoy con celo el nuevo enrejado que florece en la plaza Uruguaya, previo desalojo de un grupo de indígenas que acampaba en el lugar desde hacía meses. La historia divide a los vecinos del corazón capitalino: quienes esperan seguridad y quienes reclaman espacios públicos. Los unos y los otros. El nosotros y el ellos hecho diferencia. Entre ambos se cuela una estructura metálica que ni siente ni padece. Separa. Lo cierto es que cada vez que un muro se erige sobre las palabras, la humanidad corre hacia atrás varios cientos de años. Como decía Nietzsche, la Tierra tiene una piel y esa piel sufre una enfermedad llamada raza humana.