(LISBOA. PORTUGAL). Los tartamu(n)dos morales nos cuestionamos de modo enfermizo. Adquirimos sentido desde el silencio compartido.
– Ya no leo periódicos.
– Ah, y entonces, ¿qué haces?
– Todavía no lo sé. La pregunta es la piedad del pensamiento. Personalmente, me permite pasar de un día para otro sin golpearme, al menos demasiado.
– Entonces, ¿vienes?
– No. ¿Adónde?
Me da miedo salir ahí fuera. La causa es la pasividad de la gente que me disgusta, la conciencia de pueblo que me ahoga, la muchedumbre perfecta que no me agrada. Un reconocimiento que no me encuentra. Y una cosa que me tiene enamorado: sólo somos cuando nos atrevemos a pensar también nosotros. Va a ser que ‘entonces’, aunque sólo según el día en que me lo pregunte.