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Un crimen de lesa humanidad
En 1966, la Asamblea General de Naciones Unidas declaró el apartheid como crimen de lesa humanidad, postura reiterada por el Consejo de Seguridad en 1984. Entre ambas fechas, concretamente en 1973, se aprobó la Convención sobre el Apartheid, que denuncia que las políticas de segregación y discriminación racial son crímenes internacionales. Esta Convención recoge que el crimen de apartheid incluye «actos inhumanos cometidos con el fin de instituir y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas y de oprimirlo sistemáticamente», tal como narra John Dugard, experto en Derecho Internacional y profesor en varias universidades, en un documento de Naciones Unidas.
Siguiendo el marco conceptual establecido hace 50 años, hace apenas unas semanas el relator especial Michael Lynk dijo también que un régimen político que prioriza de manera tan intencional y clara los derechos políticos, legales y sociales de un grupo sobre otro dentro de un mismo espacio geográfico, sobre la base de la identidad racial, nacional y étnica, se corresponde con la definición legal de apartheid.
Desde Amnistía Internacional aplauden este novedoso posicionamiento. «Las conclusiones del relator especial describen pormenorizadamente el sistema de opresión basado en motivos raciales establecido por Israel contra la población palestina, expresamente concebido para mantener la dominación israelí judía y sostenido mediante la comisión de graves violaciones de derechos humanos», ha afirmado el director adjunto de Amnistía Internacional para Oriente Medio y Norte de África, Saleh Higazi. Incluso Michael Ben-Yair, ex fiscal general de Israel y magistrado de su Tribunal Supremo, ha asumido esta realidad en una tribuna de opinión publicada en El País: «Debo concluir con enorme tristeza que mi país se ha hundido en un abismo moral y político tal, que en estos momentos es un régimen de apartheid. Es hora de que la comunidad internacional reconozca esta realidad».
Amnistía Internacional también ha publicado un informe este año para posicionarse claramente y asumir que lo que sucede en Palestina es un apartheid, sin peros ni eufemismos. «Israel ha impuesto un sistema de opresión y dominación de la población palestina (…) La segregación se lleva a cabo de una forma sistemática y muy institucionalizada mediante leyes, políticas y prácticas, todas ellas concebidas para impedir que la población palestina reclame los mismos derechos que la población israelí judía dentro de Israel y los territorios palestinos ocupados y disfrute de ellos y, por tanto, con la intención de oprimir y dominar al pueblo palestino», recoge el estudio titulado ‘El apartheid israelí contra la población palestina‘.
Intento de división
Los diferentes mecanismos utilizados hacen que la situación del pueblo palestino no sea uniforme. «Hay una jerarquía de opresión: lo de Gaza es peor que lo de Cisjordania, Cisjordania es peor que Jerusalén, Jerusalén es peor que Nazaret. Todos estamos bajo ocupación, pero la manifestación de la opresión es diversa. Es muy importante saber que hay diferencias, pero la motivación es única y uno de los objetivos de la ocupación es dividir a la población y convencernos de que hay gente mejor y peor para así evitar la unión de la lucha contra la ocupación», explicaba Hassan en 2018. La abogada treintañera se considera una privilegiada porque, al nacer en Nazaret, población que forma parte del Estado de Israel desde 1948, tiene un pasaporte israelí que le permite libertad de movimientos.
El apartheid tiene diversas consecuencias para Lubnah Shomlai. Por un lado, habla de «desnacionalización», es decir, de mantener a la población palestina como un pueblo sin estado; también de marginación democrática, de denegación del derecho al retorno, de la negativa al acceso y uso de la tierra; y, finalmente, de segregación, fragmentación y aislamiento. «Se trata de generar una desconexión que hace que se pierda la identidad como grupo o como pueblo y así se anula nuestro derecho a la autodeterminación. Israel trata de desgastar la identidad palestina», relata.
[Lee aquí artículo completo, publicado en El Salto]