ASUNCIÓN, PARAGUAY. Nunca estuve perdida, más allá del despiste habitual de las circunstancias, aunque a veces parezca que no tengo brújula. Pero al final, no sé si la insistencia o la necesidad, estoy dentro. Ya no hay escapatoria. Aún conservo cartas atadas con un lazo azul marino, recortes de periódicos por decenas, cajas de zapatos con notas, imágenes y revistas, carpetas con papelotes que nunca encuentro, revistas que no sé muy bien qué significan, papelitos con frases que en su día me dibujaron una sonrisa, agendas de la universidad y qué sé yo cuántas cosas que me niego a tirar, pero que no sé dónde ubicar.

Aún conservo todo aquello que me aferra a libertad, pero a mi pesar y a estoy en las redes sociales. ¡Y cuánto tiempo les dedico! Menos mal que intento justificarlo como una de mis innumerables contradicciones, esas que me hacen pensar y dudar. Pero ahora ya no hay duda. Estoy aquí, escribiendo un blog, una decisión postergada desde hace unos cuatro o cinco años. ¿He recuperado la brújula?, ¿estoy totalmente cuerda?

Espero que no. Que mi resistencia de antaño se traduzca ahora en palabras. Ya era hora de sentarme a escribir, a ver si me brota algo. No se me ocurre nada…. Cuando me acuerde de lo que quería decir ya sabré dónde venir, aunque siga estando perdida. O desplazada.