(NAMANGA, TANZANIA). Namanga es un pueblo alargado, punto de paso obligado para los transportistas que unen Nairobi con Dar es Salam y Dodoma. De ingenio grave, elaborado, diligente y maduro, su calzada principal discurre de norte a sur con la majestuosidad de saberse la única asfaltada del entorno. El cielo es de un azul incontestable y la luz del sol cae desganada sobre el polvo que atosiga sin respiro al turista no acostumbrado. En el extremo opuesto (que en realidad es el mismo, porque el negativo de una fotografía no deja de ser la misma fotografía) los masáis proyectan un extravagante glamour que alcanzan sólo con estar. No les gusta dar a saber de su vida pero su figura les delata como hombres que se toman a sí mismos lo suficientemente en serio como para no renunciar a un futuro absoluto. Entonces cae la noche y Namanga se acuesta con un pie en Kenia y otro en Tanzania. Y guarda silencio, como los masáis, sabiendo que es el único argumento que apenas puede rebatirse.