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Aprendizajes y propuestas
Los miles de coches destruidos y apelotonados entre el barro son una muestra paradigmática del modelo consumista y desarrollista que atrapa, un modelo que se sostiene en la especulación con la vivienda y el ladrillo. Precisamente por eso, una de las tareas más acuciantes consiste en apostar por un modelo de ciudad o de pueblo amable, por un urbanismo que no desangre los territorios, sino que conviva con ellos, que entienda sus dinámicas, incluidas las crecidas de los ríos, escasez y lluvias torrenciales. Datadista informa de que tres de cada diez viviendas afectadas por la dana se construyeron en zona inundable durante los años de la burbuja inmobiliaria. Pues eso: hacen falta unos municipios que sean parte y no que extraigan su parte, que cuiden y ayuden a cuidar la casa en la que vivimos todas.
“De esta saldremos mejores”, se repitió durante la pandemia del coronavirus, en un canto a la esperanza que apenas levantó el vuelo. Para que de esta dana sí salgamos mejores solo queda pensar y actuar de otro modo. El matiz ya lo pone el refranero: aunque todo sea barro, no es lo mismo tinaja que jarro.
La Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) acaba de publicar un documento con ocho causas y ocho propuestas para prevenir y reducir los daños por inundaciones. Propone actuar de manera urgente para adaptar nuestro estilo de vida a la nueva situación de cambio climático. Propone respetar las zonas inundables y rediseñar los planes urbanos municipales en función de la realidad, lo que por ejemplo supone eliminar viviendas en zonas de alto riesgo de inundación. De hecho, propone no otorgar ayudas a la reconstrucción de casas en esas zonas, dado que “el momento de la reconstrucción es también el de la oportunidad de hacer mejor las cosas, corrigiendo errores del pasado”. Propone devolver espacio a los ríos, regresarles su espacio habitual de desbordamiento. Propone recuperar la red de drenaje natural, eliminada o gravemente alterada por una agricultura intensiva que explota la máxima superficie posible. Propone implantar sistemas de drenaje urbano sostenibles para reducir la impermeabilización del suelo.
Proponer es el acto de quien pone o dispone por anticipado, es decir, tenga usted, aquí tiene razones para pensar y actuar de otro modo. La Fundación Nueva Cultura del Agua ha lanzado varias propuestas. Ninguna sencilla. Pero ante situaciones complejas, lo erróneo sería agarrarse a situaciones sencillas… y de fondo vuelven a sonar tantos bulos: la demolición de presas, paremos los pocos ríos libres que aún quedan con más hormigón y esas cosas que saben a negacionismo climático.
El cambio climático como oportunidad
Barro, material arcilloso moldeable que se endurece por la cocción, utilizado en alfarería y cerámica (tercera acepción del DRAE). Han sido muchas y variadas las voces expertas que no se han limitado a señalar lo que está mal, sino que han bosquejado con argumentos científicos moldes que tallar y esculpir. “Todo lo que llamamos adaptación al cambio climático se asocia con una cuestión energética, pero afecta también a todos los sectores que están implantados en el territorio; por ejemplo, el modelo urbanístico hay que cambiarlo radicalmente. Y nuestro modelo de comportamiento en el territorio también hay que cambiarlo. El cambio climático, en el fondo, es una oportunidad para cambiar los malos hábitos que en las últimas décadas hemos hecho en el territorio, tanto en urbanismo, como en construcción, como en cultivos agrarios”, apunta Olcina.
“Necesitamos fuentes de energía eólica y solar que estén distribuidas y que, donde sea posible, sean de propiedad comunal… Necesitamos viviendas urbanas hermosamente diseñadas, racialmente integradas, de emisión cero, construidas en base a una participación democrática”, escribe Naomi Klein en su libro En llamas. Un (enardecido) argumento a favor del green new deal.
“La transición ecológica es una cuestión política porque necesita remover cimientos del poder. Y este es, probablemente, el principal desafío que tenemos como sociedad”, escribía estos días en El País Cristina Monge, investigadora en calidad democrática y gobernanza para la transición ecológica. “El negacionismo mata, la prevención salva vidas”, aseveran Carolina Belenguer Hurtado y Fernando Valladares.
Naomi Klein alerta de que también es importante mantener la guardia ante la posibilidad de que intereses poderosos exploten “el miedo y el pánico para revertir derechos ganados con dificultad, o forzar soluciones tan falsas como rentables para ellos”. O sea, hay que estar preparadas para las inundaciones y para las mentiras.
Memorias ahogadas
Por cierto, claro que el dictador inauguró presas y presas, como han recordado estos días diferentes voces, con mayor o menor grado de oportunismo. Hasta 615 embalses fueron construidos durante la dictadura y el “queda inaugurado este pantano” resultó una de las frases que más repetidas por Franco, apodado “Paco, el rana” por algo. Pero “los pantanos del caudillo no surgieron de la nada ni fueron una idea genial de su mente preclara”, recuerda Alfredo González. Franco apenas continuó una visión hidráulica previamente establecida. Fue la Comisión de Caminos y Canales de 1820 la que sentó las bases del paradigma hidráulico, consolidado en 1902 por el Plan Gasset, que establecía la creación de una imbricada red de estructuras con la que ampliar las extensiones de regadío y que luego también se tradujo en la creación de hidroeléctricas, que echaron a la gente de sus casas y han generado riqueza para unos pocos privilegiados. Más de 1.200 grandes presas después, España es uno de los países más embalsados del mundo, el primero de Europa. Y todavía quieren más.
Hay un dicho popular que aboga por “bajarse al barro”, es decir, por hacer frente a las tareas más difíciles y desafiantes que se presentan. Y, ojo, que se trata de bajarse al barro, no tirarse barro ni al barro. Mucho mucho barro, tanto tanto barro, tanto barro y al final…
[Lee aquí el artículo completo, publicado en Pikara Magazine]