(ESPACIO AÉREO AFRICANO). En África casi nada funciona en absoluto, aunque casi todo acaba por arreglarse siempre. También las conexiones aéreas. Un vuelo desde Madrid con escala en Frankfurt (Alemania), Adis Abeba (Etiopía) y Nairobi (Kenia), y con destino final en Kilimanjaro (Tanzania) implica conocer las intimidades del techo más alto del continente negro sin garantía del cuándo. Por mucho que le pese a una pareja de recién casados en plena luna de miel. En África, que no es una sino muchas y está más allá de toda determinación, coinciden los opuestos: lo temporal y lo eterno, la vida y la muerte, lo rectilíneo y lo curvilíneo. Es como una circunferencia cuyo radio fuese infinito, que no sería otra cosa sino una línea recta. Muy a pesar de la pareja de recién casados de los asientos 32A y 32B, que sólo quisieron ver la línea recta como la distancia más corta entre dos puntos. Pero África exige lo inesperado. No es para los que encuentran sino para los que buscan. No se trata de llegar sino de ir. Anclados en el frío aeropuerto de Adis, donde los teléfonos europeos se toman un incómodo respiro, los de la luna de miel planeaban llamar a su agencia para pedir una explicación y dos cambios: más días en Roma y menos en Tanzania. Esto es África. Insisto en recomendar más sonrisas y menos enfados.