(BILBAO) Ni siquiera el futuro es lo que era. Se desvanece su promesa: la marcha ascendente de la civilización tecnológica. Fuera de los centros de poder, se malvive una crisis sistémica definida por la degradación de la vida humana en todas sus dimensiones: material, política, de género, cultural, lúdica y espiritual. Pese al ostracismo en el que sobrevive reducido el pensamiento crítico, atravesamos una época profundamente filosófica. Filosofía como ese saber edificante, intersubjetivo y responsable, vinculado a la capacidad humana de repensar (desde) la realidad una cotidianeidad que es hoy también y en gran medida miseria mundial, destrucción ecológica y todas aquellas problemáticas donde haya víctimas pasadas, presentes o futuras. No es solo un problema teórico, de intelectuales, sino una urgente necesidad que nos hace a todos responsables.