(MOSHI, TANZANIA). La mañana nació fea, con el cielo apagado y deslucido como un velo hecho jirones. Y la tarde no supo remediarlo: llueve en Moshi, que huele a tierra mojada. A barro húmedo que espera ser inmortalizado en la próxima pisada. Regreso a las vacaciones de verano en el pueblo; a las visitas al majuelo por aquel camino polvoriento y empedrado. Y a los domingos de futbol en El Plantío, tardes con sabor a puros, pipas y césped recién regado. Estoy en Moshi. Y huele a tierra mojada. Como lo hacía hace 15 años. Cuando África no era. Cuando Rymond, Remi, y Kidege no tenían tiempo ni espacio propios. Cuanto más atrás miro, más adelante veo. Hoy es España la que no existe. Y yo el que no soy. Una de dos: o en el mundo pasan más cosas raras que nunca o suceden las mismas que siempre pero estoy más informado. De momento, huele a tierra mojada.