(BURGOS). La verdad es una mentira, la ética apesta y la belleza es una mierda. La primera la dicta el Gobierno de tu(r)no, la segunda es cuestión de la mayoría (en riguroso singular excluyente) y ¿la belleza? A ésa la han convertido en una mujer desnuda (en riguroso singular normalizador) anunciando un perfume. Pero también están equivocados. La verdad, la ética y la belleza son demasiado importantes como para entregarlas con desdén al enemigo. Pero la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo. Yo me quedo en mi página en blanco, mi opinión pendiente de la delgada coartada que permite la última crónica del día. También a veces se me olvida que sólo soy espectador, con el corazón hundido en un bolsillo de mi pantalón.